En octubre de 2024, el desarrollo del kernel de Linux se vio envuelto en una controversia que trascendió lo técnico. Linus Torvalds, creador y líder del proyecto, decidió expulsar a varios mantenedores rusos del núcleo de Linux, una medida que generó debate en la comunidad del software libre.
Greg Kroah-Hartman, colaborador cercano de Torvalds, anunció la eliminación de ciertos mantenedores del archivo MAINTAINERS, que enumera a los responsables de diversas áreas del kernel. Aunque la explicación inicial fue vaga, pronto se supo que los afectados eran desarrolladores rusos o con afiliaciones a Rusia, muchos utilizando correos electrónicos con el dominio «.ru».
Esta decisión provocó críticas en la comunidad de Linux. Torvalds respondió en la lista de correo del kernel, afirmando que las sanciones internacionales contra Rusia, derivadas de la invasión a Ucrania en 2022, motivaron la medida. Declaró que no habría marcha atrás y desestimó las críticas, atribuyéndolas a «trolls rusos».
En respuesta, el Ministerio de Desarrollo Digital de Rusia anunció planes para crear su propia comunidad de Linux, similar a sus esfuerzos con la arquitectura RISC-V para desarrollar chips propios y reducir la dependencia de tecnologías extranjeras. Sin embargo, mantener una bifurcación del kernel de Linux es una tarea monumental que requiere recursos significativos y una comunidad de desarrolladores sólida.
Este incidente resalta cómo las tensiones geopolíticas pueden influir en proyectos de código abierto, tradicionalmente caracterizados por la colaboración internacional. La intersección de la política y la tecnología plantea desafíos sobre cómo las comunidades globales gestionan las restricciones impuestas por sanciones y conflictos internacionales.
La situación también plantea preguntas sobre el futuro de las contribuciones de desarrolladores de países sancionados y cómo proyectos como Linux pueden adaptarse para seguir siendo inclusivos y colaborativos en un entorno político complejo.
